Ciudad de México – En medio del debate sobre la supuesta cancelación de su pensión presidencial, el expresidente Felipe Calderón Hinojosa enfrenta nuevas críticas tras difundirse imágenes de un lujoso yate valuado en más de 2 millones de dólares, donde reside temporalmente en España y en el que, según reportes, ha recibido a figuras allegadas.
Un estilo de vida que contrasta con su discurso
Calderón ha insistido en que el gobierno actual lo persigue políticamente al retirarle beneficios económicos, presentándose como una víctima. Sin embargo, la aparición de este yate de alta gama ha generado cuestionamientos sobre el origen de sus recursos, especialmente en un contexto donde su administración (2006-2012) dejó un saldo de miles de muertos en una guerra contra el narcotráfico ampliamente criticada por su ineficacia y presuntos vínculos con violaciones a derechos humanos.
¿Fondos legítimos o conflicto ético?
Aunque no hay pruebas concluyentes de irregularidades en la adquisición del yate, la opulencia exhibida por Calderón contrasta con su narrativa de afectación económica y, sobre todo, con el dolor de miles de familias que sufrieron la violencia durante su mandato.
Analistas políticos señalan que, más allá de la legalidad, existe un problema de imagen pública: mientras el expresidente se presenta como víctima, su patrimonio suscita dudas sobre la congruencia de su discurso.
Reacciones y exigencias de transparencia
Organizaciones sociales y opositores han demandado que Calderón aclare el origen de sus bienes, en especial aquellos obtenidos tras su salida del poder. Algunas voces, como las de activistas por justicia en casos de violencia durante su sexenio, han insistido en que “un exmandatario no puede vivir como magnate mientras el país entierra a sus víctimas”.
Hasta ahora, ni Calderón ni su equipo han emitido un comunicado oficial sobre el yate.
El caso reabre el debate sobre la rendición de cuentas de los expresidentes mexicanos y la necesidad de una fiscalización más estricta a sus patrimonios. En un país con altos niveles de desigualdad, la imagen de un exgobernante en un yate de lujo difícilmente pasa desapercibida.
¿Es solo un asunto de percepción o hay motivos para una investigación más profunda?