Fernández Noroña: Izquierda en el Discurso, Derecha en los Hechos

En un contexto donde México busca avanzar hacia condiciones laborales más justas, el anuncio de la presidenta Claudia Sheinbaum sobre la implementación gradual de la jornada laboral de 40 horas ha generado expectativas positivas entre los trabajadores. Sin embargo, una voz disonante ha surgido desde el Senado: Gerardo Fernández Noroña, figura emblemática del Partido del Trabajo (PT) y autoproclamado defensor de la izquierda, ha expresado su desacuerdo con esta propuesta. Su postura no solo sorprende, sino que revela una profunda incongruencia con los ideales que dice representar, alineándose más con discursos neoliberales que con la lucha por los derechos de los trabajadores.

Proveniente del PT, un partido que históricamente ha abanderado las causas laborales, Noroña debería ser el primero en celebrar una reforma que busca devolverle tiempo y dignidad a los trabajadores mexicanos. Sin embargo, su oposición a la reducción de la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales pone en evidencia una contradicción flagrante. Mientras Sheinbaum impulsa un diálogo con empresarios, sindicatos y trabajadores para implementar esta medida de manera consensuada, Noroña ha utilizado su posición en el Senado para obstaculizar el avance de la iniciativa. Sus argumentos, centrados en una supuesta pérdida de productividad, resuenan más con la retórica tecnócrata de los años neoliberales que con el espíritu transformador de la Cuarta Transformación (4T). Este discurso, que prioriza los intereses económicos sobre el bienestar humano, sugiere una preocupante cercanía con sectores empresariales que se resisten a ceder privilegios.

La actitud de Noroña no es un hecho aislado. Su historial reciente está marcado por episodios que han levantado sospechas sobre su compromiso real con el pueblo. Por ejemplo, tras las elecciones de 2024, acusó al presidente Andrés Manuel López Obrador de incumplir acuerdos internos, mostrando una postura divisiva en lugar de buscar la unidad que tanto pregona. Además, su reunión con Sheinbaum en ese mismo contexto, donde recibió una propuesta que dijo “pensaría”, dejó entrever que su interés podría estar más en negociar posiciones de poder que en defender principios. Estos actos, sumados a su rechazo a la reforma laboral, pintan el retrato de un político que, en los momentos clave, antepone ambiciones personales o alianzas ocultas a las necesidades del pueblo.

La posibilidad de que Noroña esté coludido con empresarios no es descabellada. Su insistencia en que la reducción de la jornada laboral afectará la productividad repite casi textualmente los argumentos de las cúpulas empresariales que han presionado para mantener el statu quo. Esta postura contrasta con estudios que demuestran que menos horas de trabajo pueden mejorar la calidad de vida sin sacrificar la eficiencia. Al adoptar un discurso que desvaloriza el bienestar de los trabajadores, Noroña se aleja de laaba el espíritu de la izquierda que dice encarnar y se acerca a la tecnocracia neoliberal que tanto critica en sus discursos.

Un personaje con estas contradicciones nunca podrá liderar un proyecto de nación como la 4T, que se fundamenta en la justicia social y la transformación profunda del país. La incongruencia de Noroña, que defiende al pueblo en la retórica pero lo traiciona en los hechos, debería ser una llamada de atención para quienes aún confían en él. México merece líderes que actúen con coherencia, que no se dobleguen ante intereses privados y que prioricen el bienestar colectivo sobre cualquier ambición personal. Ojalá el pueblo mexicano abra los ojos y reconozca que confiar en alguien que demuestra ser un miserable en los momentos decisivos es un error que no podemos permitirnos.