El ‘milagro’ que nadie ve: Hambre, desempleo y un país en remate

En los últimos meses, el gobierno de Javier Milei ha celebrado un supuesto “milagro económico” en Argentina, con proyecciones de crecimiento del PIB que alcanzan el 5,5% para 2025. Sin embargo, este aparente rebote económico, tras años de recesión, oculta una realidad mucho más sombría: el crecimiento es una ilusión sostenida por un nuevo préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI), condicionado a medidas que profundizan la precariedad social y la dependencia de intereses extranjeros, dejando al pueblo argentino al borde de un abismo social y económico.

Un crecimiento sostenido por deuda

El núcleo de este “éxito” económico es un rescate financiero de 20.000 millones de dólares otorgado por el FMI en abril de 2025, el vigésimo noveno acuerdo de este tipo en la historia del país. Lejos de ser una inyección para el desarrollo, este préstamo busca recapitalizar las reservas del Banco Central, diezmadas por años de crisis, y refinanciar deudas previas, incluyendo los 41.000 millones que Argentina aún debe al propio Fondo. Sin embargo, este alivio financiero vino con condiciones estrictas: una nueva devaluación del peso, la eliminación del “cepo cambiario” y la profundización de reformas estructurales que incluyen recortes al gasto público, desregulación económica y flexibilización laboral.

La devaluación del peso, que se depreció un 11% tras la liberación parcial de los controles cambiarios, ha disparado los precios de bienes esenciales, erosionando aún más el poder adquisitivo de los argentinos. Aunque Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, insisten en que estas medidas estabilizarán la economía, la inflación, aunque reducida desde el pico de 300% en 2023 a cerca de 90% en 2025, sigue siendo una carga insostenible para la población. Las proyecciones advierten que la recuperación económica será “incierta y desigual” entre sectores, beneficiando principalmente a los exportadores y al sector financiero.

Un país entregado a intereses extranjeros

Críticos del gobierno de Milei argumentan que su administración ha cedido la soberanía económica a intereses externos, con el FMI y aliados internacionales jugando un rol central. El acuerdo con el Fondo, impulsado por una relación cercana entre Milei y figuras como el expresidente Donald Trump, perpetúa el ciclo de endeudamiento que ha caracterizado la relación de Argentina con el organismo. Las reformas exigidas, como la desregulación de mercados y la apertura comercial, han favorecido a sectores exportadores y financieros, mientras que la producción nacional sufre por la entrada masiva de importaciones baratas. El dólar artificialmente “barato” ha incentivado el consumo de productos extranjeros, debilitando la industria local y generando un déficit externo que podría desencadenar una nueva crisis cambiaria si no se corrige.

El costo social: un pueblo a la deriva

El precio más alto de este modelo lo está pagando la sociedad argentina. Las políticas de austeridad de Milei, que incluyeron recortes drásticos al gasto público y la eliminación de subsidios, han sumido a millones en la pobreza. Aunque el gobierno celebra una reducción de la pobreza del 52,9% en la primera mitad de 2024 al 38,1% en la segunda mitad, estas cifras son engañosas. La mejora refleja una base de comparación extremadamente baja tras el ajuste inicial de Milei, y no se traduce en una recuperación real del poder adquisitivo o el acceso a servicios básicos.

El desmantelamiento del Estado ha dejado a la población sin acceso a derechos esenciales. La reducción de fondos para la salud pública ha colapsado hospitales y centros de atención primaria, dejando a millones sin acceso a medicamentos esenciales o tratamientos para enfermedades crónicas. Los recortes en el sistema de pensiones han condenado a los jubilados a vivir con ingresos que apenas cubren la canasta básica, mientras que la posible reforma previsional amenaza con privatizar aún más el sistema, exponiendo a los ancianos a la incertidumbre del mercado. La eliminación de programas sociales y subsidios a servicios básicos, como el transporte y la energía, ha disparado los costos de vida, afectando especialmente a los sectores más vulnerables, como los trabajadores informales y las familias de bajos ingresos.

Sin un Estado que actúe como red de contención, los argentinos enfrentan un panorama desolador. Las escuelas públicas, desfinanciadas, no pueden garantizar una educación de calidad, perpetuando la desigualdad para las nuevas generaciones. La falta de inversión en vivienda social ha exacerbado la crisis habitacional, con barrios enteros viviendo en condiciones de hacinamiento y sin acceso a servicios básicos como agua potable o cloacas. Las reformas laborales, que facilitan despidos y precarizan el empleo, han dejado a los trabajadores sin protección frente a la explotación, mientras que el aumento del desempleo, proyectado en un 8,5% para 2025, agrava la inseguridad económica.

Este abandono estatal ha generado un clima de desesperación. Las protestas sociales, reprimidas con dureza por las fuerzas de seguridad, reflejan el creciente descontento ante un gobierno que parece haber renunciado a su responsabilidad de proteger a su pueblo. Para muchos, la vida cotidiana se ha convertido en una lucha por la supervivencia, con familias endeudándose para cubrir necesidades básicas y niños abandonando la escuela para trabajar en empleos precarios. La ausencia de políticas públicas para mitigar estas carencias condena a la sociedad a una pobreza estructural, donde el “crecimiento económico” no se traduce en bienestar, sino en una profundización de la desigualdad.

Un futuro incierto

Lejos de ser el “camino hacia la libertad económica” que Milei proclama, el rumbo actual parece conducir a Argentina hacia un precipicio. El crecimiento proyectado para 2025, impulsado por la inyección de dólares del FMI y el rebote tras años de recesión, no garantiza un desarrollo sostenible. Sin un plan para fortalecer la producción nacional, reducir la dependencia de la deuda externa y proteger a los sectores más vulnerables, el “milagro económico” podría convertirse en una nueva pesadilla.

Mientras Milei celebra su alineación con el FMI y potencias extranjeras, el pueblo argentino enfrenta un futuro de privaciones. La desaparición de servicios públicos esenciales, la precarización laboral y la falta de protección social no solo amenazan el presente, sino que hipotecan el futuro de generaciones enteras. Para muchos, el verdadero “infierno” no es el pasado que Milei denuncia, sino el porvenir que su gobierno está construyendo: un país donde el Estado ha abandonado a su pueblo, dejándolo a la deriva en un mar de desigualdad y desesperanza.