
En un México hastiado por la desinformación, la propuesta de Paco Ignacio Taibo II de nacionalizar TV Azteca ha irrumpido como un grito de justicia mediática. Esta televisora, pilar del duopolio televisivo mexicano, es señalada por un periodismo sensacionalista que distorsiona la realidad y manipula la opinión pública. Sus noticieros, a menudo acusados de tergiversar hechos para favorecer intereses políticos y económicos, se combinan con programas de entretenimiento que glorifican la frivolidad y refuerzan estereotipos, contribuyendo poco o nada al desarrollo cultural o intelectual del país. La idea de Taibo II no solo busca desmantelar este modelo, sino transformar a TV Azteca en un medio público que priorice la verdad, la educación y el fortalecimiento de la democracia.
El hartazgo hacia TV Azteca se intensifica por la percepción de que su dueño, Ricardo Salinas Pliego, explota una concesión pública sin retribuir a la sociedad. A pesar de beneficiarse del espectro radioeléctrico —un recurso que pertenece a la nación—, Salinas Pliego ha sido criticado por su reticencia a cumplir con obligaciones fiscales, lo que agrava la sensación de que la televisora opera como un feudo privado. Nacionalizarla implicaría recuperar este recurso para los mexicanos, asegurando que sus beneficios se reinviertan en contenidos que promuevan el bienestar colectivo, desde documentales educativos hasta debates plurales que enriquezcan el panorama informativo.

Aunque la propuesta evoca un enfoque socialista, su aceptación trasciende ideologías, pues responde a un reclamo generalizado: los contenidos de TV Azteca no aportan valor a la nación. Desde programas que trivializan problemas sociales hasta coberturas noticiosas que siembran división, la televisora es vista como un obstáculo para el progreso. La posibilidad de convertirla en un medio público, independiente y comprometido con la verdad, seduce a millones que sueñan con un periodismo que fomente la unidad y el pensamiento crítico, en lugar de perpetuar la polarización y el conformismo.
No obstante, la nacionalización enfrentaría retos significativos. Garantizar la independencia editorial sería crucial para evitar que el medio caiga en manos de agendas gubernamentales, mientras que un modelo de financiamiento sostenible debería equilibrar la viabilidad económica con la misión social. Pese a estas complejidades, el impacto de un TV Azteca reinventado podría ser transformador: un México con ciudadanos mejor informados, capaces de construir un futuro basado en hechos y no en manipulaciones. La propuesta de Taibo II, más que una medida política, es un llamado a recuperar la dignidad de la información en un país que lo necesita con urgencia.