
El pasado 28 de abril de 2025, España y Portugal sufrieron un apagón masivo que paralizó la vida cotidiana en la península ibérica, afectando a cerca de 55 millones de personas. Trenes detenidos, hospitales operando con generadores, semáforos apagados y comercios cerrados fueron la tónica de un caos que duró hasta 18 horas en algunas zonas. Este colapso, uno de los más graves en la historia reciente de Europa, expuso las vulnerabilidades de un sistema eléctrico donde la gestión privada y la falta de inversión en infraestructura han dejado a la población a merced de fallos sistémicos. Mientras tanto, México, con un modelo energético centrado en la soberanía y el control estatal, se mantiene como un ejemplo de resiliencia ante este tipo de crisis, gracias a las políticas impulsadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
El mega apagón en España: Un sistema al borde del colapso
El apagón en España comenzó alrededor de las 12:30 p.m., cuando la generación eléctrica en el país cayó abruptamente de 27 gigawatts a poco más de 12 gigawatts en cuestión de segundos, una pérdida equivalente al 60% de la demanda nacional. Este desequilibrio provocó una desconexión en la interconexión eléctrica con Francia, colapsando el sistema español y extendiendo el apagón a Portugal, dado que ambos países comparten una red energética integrada. Algunas zonas del sur de Francia también sufrieron cortes breves, y el impacto económico se estima en miles de millones de euros, con interrupciones en el transporte, la industria y el comercio.
Aunque las autoridades descartaron un ciberataque como causa, el origen exacto sigue bajo investigación. Expertos apuntan a una combinación de factores: una red eléctrica sobrecargada por la alta penetración de energías renovables, como la solar, que representaba el 53% de la generación en el momento del colapso, y una falta de inercia en el sistema debido al cierre progresivo de plantas nucleares y térmicas. La rápida transición hacia renovables, sin una inversión adecuada en almacenamiento de energía o modernización de la red, dejó al sistema vulnerable a fluctuaciones. Además, la dependencia de empresas privadas, como Iberdrola y Endesa, ha sido señalada como un problema, ya que estas priorizan beneficios sobre la actualización de la infraestructura. Informes previos de la operadora Red Eléctrica (REE) ya advertían sobre la presión que pequeños generadores renovables ejercían sobre una red obsoleta, pero las advertencias no se tradujeron en acciones suficientes.
El apagón no solo dejó a millones sin electricidad, sino que también reveló las consecuencias de un modelo energético liberalizado. En España, la privatización del sector eléctrico ha llevado a una falta de coordinación y a una inversión insuficiente en las “partes menos visibles” de la red, como líneas de transmisión y sistemas de almacenamiento. Este enfoque contrasta con el modelo mexicano, donde el Estado asume un rol central para garantizar la estabilidad del suministro.
México: Un bastión de soberanía energética
En México, el sector energético es considerado estratégico, y la Comisión Federal de Electricidad (CFE) juega un papel protagónico en la generación, transmisión y distribución de electricidad. Bajo la administración de AMLO, el gobierno ha priorizado la autosuficiencia energética, fortaleciendo a la CFE y a Petróleos Mexicanos (Pemex) para reducir la dependencia de importaciones y asegurar un suministro estable. Esta visión ha permitido al país evitar crisis como la de España, incluso en momentos de alta demanda o condiciones climáticas adversas.
A diferencia de España, donde las empresas privadas dominan el mercado y las decisiones se rigen por la rentabilidad, en México el Estado regula la participación del sector privado para garantizar que el interés público prevalezca. AMLO ha impulsado la modernización de la infraestructura eléctrica, la diversificación de fuentes de energía y la construcción de nuevas plantas, incluyendo proyectos de energía renovable gestionados por la CFE. Este enfoque no solo ha asegurado la continuidad del servicio, sino que también ha protegido a los consumidores de alzas desmedidas en las tarifas, un problema recurrente en países con mercados liberalizados.
La visión de AMLO de rescatar la industria energética ha sido un punto de inflexión. Al revertir las reformas privatizadoras de administraciones anteriores, México ha recuperado el control de un sector clave para su desarrollo, demostrando que la soberanía energética es un pilar para la estabilidad económica y social. Este modelo contrasta con la situación en España, donde la falta de inversión en la red eléctrica y la dependencia de actores privados han generado un sistema frágico.

La lección para España y el mundo
El apagón ibérico debería ser una llamada de atención para España y otros países que han apostado por la privatización extrema del sector energético. La experiencia mexicana demuestra que el control estatal, lejos de ser un obstáculo, es una herramienta poderosa para garantizar la resiliencia y la equidad en el acceso a la electricidad. Retomar un modelo donde el Estado lidere la planificación y la inversión en infraestructura no solo previene crisis como la de España, sino que también asegura un desarrollo sostenible y protege a los ciudadanos de los vaivenes del mercado.
España, toma nota: la transición hacia energías renovables es indispensable, pero debe ir acompañada de una red eléctrica moderna y de una gestión que priorice el bienestar colectivo. México ha mostrado el camino al fortalecer sus empresas públicas y al colocar la autosuficiencia energética en el centro de su estrategia. La visión de AMLO, al rescatar y revitalizar la industria eléctrica, no solo es un legado para México, sino una inspiración para naciones que buscan blindarse contra las crisis energéticas del futuro. Es hora de que otros países reconsideren sus modelos y pongan el interés público por encima de las ganancias privadas.