
El gobierno de Ernesto Zedillo (1994-2000) fue presentado como un esfuerzo por estabilizar México en medio de crisis económicas y políticas, pero un escándalo reciente ha destrozado esa fachada. Audios grabados en 1996, revelados el 30 de abril de 2025 por César Gutiérrez Priego, candidato a ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) e hijo del general Jesús Gutiérrez Rebollo, exponen cómo Nilda Patricia Velasco, esposa de Zedillo, coordinaba operaciones ilícitas con el Cártel de Colima, liderado por los hermanos Amezcua Contreras, conocidos como los “Reyes de las Metanfetaminas”. Estas grabaciones, que Gutiérrez Priego asegura fueron obtenidas por su padre durante su investigación como titular del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas (INCD), muestran a la familia presidencial inmersa en la producción y distribución de metanfetaminas, justo cuando Zedillo se proyectaba como un cruzado contra el narcotráfico.
Priego, alude a transacciones financieras, con “38” y “32” como códigos para cantidades de dinero o droga, y menciones a figuras como “El Temo” y “Paco” (supuestamente Paco Stanley) para ocultar identidades. Otro audio detalla la logística de los laboratorios: “Entonces nomás ocupo 50 pesos ahorita y yo te pongo todo lo demás, yo te pago el cocinero, pago el ayudante, pago el local, todo”. Aquí, “50 pesos” representa una suma significativa, probablemente 50 mil dólares, destinada a insumos, mientras que “cocinero” y “local” son eufemismos para químicos y laboratorios.
El lenguaje en estas llamadas es deliberadamente críptico, un sello del crimen organizado. Términos como “materia prima”, “cargamentos” o “restaurante” sustituyen a drogas, envíos y puntos de operación. Apodos como “El Kilo”, “El Checo” o “El Gordo” protegen a los involucrados, mientras frases como “hacer el agua” se refieren a la producción de metanfetaminas. La fluidez con la que Velasco maneja este código demuestra su familiaridad con las actividades del cártel, desbaratando la imagen de una primera dama ajena a estos negocios.
El impacto de estas revelaciones se amplifica por el contexto reciente. En las últimas semanas, Zedillo ha reaparecido en el escenario público, criticando al gobierno actual. En una entrevista con la revista Nexos en abril de 2025, afirmó que “en México se murió la democracia” debido a la próxima elección judicial del 1 de junio, lo que provocó una respuesta contundente de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien lo llamó “el nuevo vocero del PRIAN”. Este retorno mediático coincidió con la candidatura de Gutiérrez Priego a la SCJN, que ha desatado ataques de sectores conservadores. Gutiérrez Priego, cuya familia sufrió secuestros y torturas en 1997 para obligarlos a declarar contra su padre, sostiene que los audios son una respuesta a estos ataques y una forma de exponer la corrupción de la élite priísta. “No es casualidad que estas difamaciones se multipliquen mientras Zedillo regresa al escenario público”, escribió en X, responsabilizando al expresidente por cualquier daño que él o su familia puedan sufrir.
La hipocresía de Zedillo es abrumadora. Mientras su esposa y allegados montaban laboratorios de metanfetaminas, él se presentaba como un defensor de la ley. Hoy, desde su retiro privilegiado, tiene la osadía de pontificar sobre democracia y criticar la situación de México, como si su sexenio no hubiera sido un festín de corrupción. Sus palabras son una afrenta a las víctimas del narcotráfico que floreció bajo su mandato. Zedillo no es más que un payaso al servicio de intereses inmorales, un hombre que permitió que su familia lucrara con el crimen mientras posaba como estadista. Los audios de Gutiérrez Priego no solo desenmascaran a la familia Zedillo, sino que recuerdan la podredumbre de una clase política que, durante décadas, traicionó a México.