
Las elecciones presidenciales de Ecuador, celebradas entre febrero y abril de 2025, han quedado marcadas por acusaciones de irregularidades masivas que ponen en duda la legitimidad de la reelección de Daniel Noboa. Lo que debería haber sido un ejercicio democrático se ha convertido en un escenario de denuncias, con la oposición liderada por Luisa González (Revolución Ciudadana) señalando un fraude sistemático para alterar los resultados. Mientras el gobierno celebra un triunfo con el 56% de los votos, las evidencias de manipulación apuntan a un retroceso autoritario con claros paralelos en la región: los gobiernos de Nayib Bukele en El Salvador y Javier Milei en Argentina.
Irregularidades innegables: Un proceso electoral viciado
El movimiento Revolución Ciudadana ha documentado anomalías graves: 1,984 actas electorales sin firmas válidas, un requisito legal indispensable según el Código de la Democracia. En múltiples provincias, el número de votos superó incluso al de votantes registrados, una incongruencia estadística que apunta a adulteración.
El contexto en el que se desarrolló la segunda vuelta agrava las sospechas. Noboa decretó un estado de excepción días antes de los comicios, desplegando 100,000 efectivos militares y policiales en un operativo que, según denuncian simpatizantes de González, buscó intimidar a votantes correístas. A esto se sumó el uso descarado de recursos públicos: cadenas nacionales emitidas en pleno silencio electoral y la distribución masiva de bonos estatales en una clara estrategia de compra de votos.
La estadística imposible y el silencio cómplice
Luisa González, quien según encuestas previas y conteos independientes mantenía una ventaja sólida, vio cómo su votación se estancó inexplicablemente en 4.36 millones de votos, cifra que no reflejó el crecimiento esperado pese a sus alianzas con Pachakutik y Jan Topic. “Los resultados son estadísticamente imposibles”, declaró la candidata, exigiendo auditorías internacionales.
Pero la respuesta institucional ha sido eludir toda transparencia. Observadores electorales fueron bloqueados en zonas clave, y el Consejo Nacional Electoral (CNE) —cuya parcialidad ha sido cuestionada reiteradamente— validó los resultados sin investigar a fondo las denuncias. Lo más sorprendente fue la reacción de la Organización de Estados Americanos (OEA), que en un giro inusual calificó el proceso como “viciado“, uniéndose a las críticas de líderes progresistas como Claudia Sheinbaum (México) y Gustavo Petro (Colombia).
El patrón regional: Ecuador en la ola autoritaria
El supuesto fraude no es un caso aislado, sino parte de una tendencia preocupante en América Latina. Con Bukele y Milei como referentes, Noboa parece emular un modelo de democracia illiberal, donde el poder se mantiene mediante el control de instituciones y la manipulación electoral. El respaldo tácito de Washington —que ha evitado pronunciamientos contundentes— refuerza la impresión de que Ecuador se alinea con gobiernos funcionales a los intereses geopolíticos de Estados Unidos.
¿Qué sigue? La resistencia frente a la imposición
La ciudadanía ecuatoriana no se ha quedado callada. Protestas y reclamos de auditoría recorren el país, mientras el gobierno se atrinchera en un discurso de “paz institucional”. Pero el mensaje es claro: cuando las urnas pierden credibilidad, la democracia se convierte en una farsa.
Ecuador enfrenta hoy una encrucijada histórica. Permitir que este resultado se consolide sin resistencia sería aceptar que el autoritarismo ha ganado la partida. La pregunta que queda en el aire es simple pero crucial: ¿Está América Latina condenada a repetir el ciclo de fraudes y gobiernos ilegítimos, o habrá fuerza suficiente para defender lo que queda de democracia?.